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¿Quién nos separa?. Jesús Sánchez Adalid

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 En estos últimos años han ido tomando cuerpo en la Iglesia actitudes de nerviosismo, de miedo y exasperación ante la realidad que se impone: la descristianización progresiva de la sociedad. Lo cual, en algunos sectores, ha provocado un desconcierto que se ha ido transformando en reacción de autodefensa. También lo observo día a día en mi misma parroquia, entre fieles sinceros. Hay bastantes católicos que están preocupados, desalentados, manifestándose a veces hasta con agresividad. De vez en cuando, incluso algún sacerdote puede sorprenderte con frases tan rotundas y terribles como: «El papa Francisco es masón», «El cardenal Omella es separatista», «El Concilio Vaticano II es un fracaso», «El obispo tal o cual es un hereje»… Uno se queda estupefacto ante la ligereza y la normalidad con que estas cosas se manifiestan. Pero enseguida aparece la raíz de todo, cuando alguien te dice que tales declaraciones se publican diariamente en medios pretendidamente cristianos que tienen gran difusi

REPITAMOS Y REITEREMOS. Francisco Vázquez Vázquez

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 Y hagámoslo hasta la saciedad. El cristianismo está en trance de desaparecer en las tierras de Oriente Medio, allí donde Jesús nació, predicó, fue muerto y resucitó, razón por la que esos lugares se conocen y denominan como santos. Territorios que son el origen del asentamiento de las primeras comunidades cristianas integradas desde hace ya más de veinte siglos por poblaciones nativas de aquellos mismos países y naciones, una realidad no resaltada a la hora de denunciar el acoso y persecución que sufren las minorías cristianas a las que no se les reconoce su derecho a profesar su fe, no solo públicamente, sino incluso en muchos casos a nivel privado. Porque es importante resaltar que cuando se denuncia y se solicita el respeto y el reconocimiento del principio de libertad religiosa en aquellos Estados de mayoría musulmana, se hace, no para pedir su aplicación en beneficio de la población extranjera, sino como un derecho inalienable de una minoría tan o más nacional que el resto de la

Acompañamientos personales. Pablo d'Ors

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  El camino espiritual que emprendí hace casi cuatro décadas no me ha ahorrado -que yo sepa- nada de lo oscuro. Al contrario: me lo ha puesto siempre bien delante para que escoja cómo vivirlo. Aquí debo admitir que no habría crecido interiormente si no hubiera tenido que vérmelas con la noche. También confieso lo mucho que me satisface no haber perdido la esperanza conmigo. Todavía más: sigo soñando con que puedo ser mejor, con que puedo ayudar más a quienes piden mi ayuda. Sigo leyendo con fruición, como si de un momento a otro se me fuera a revelar quién sabe qué cosas. Sigo sentándome en silencio y en quietud, como cuando en el 2005 empecé con esta práctica. Quienes me conocen saben que me sigo formulando incontables preguntas, y que todas las mañanas recito el evangelio de la Transfiguración, que se ha convertido en el lema de mi vida. Tras esta recitación, beso el Cristo de Asís, mi gran amor; me pongo en manos de la Virgen del Vacío, así es como yo la invoco; y, casi siempre en s

Agujas hacia el cielo. Espido Freire

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En mi último viaje a Inglaterra, en el que llevo conmigo a una veintena de lectores interesados en ver dónde se gestó la literatura y las obras de diversos autores, hemos visitado varias catedrales: todas ellas pertenecían al estilo gótico primitivo inglés, y por lo tanto habían sido erigidas en torno al siglo XIII, cuando el que después desgajara la Iglesia anglicana de la católica ni había nacido ni se le esperaba. La reacción de esos viajeros era de admiración, de pasmo, y de una extraña fascinación por lo que de diferencia, (y de manera menos abierta, de superior) tenían esas catedrales frente a las españolas. Me extrañó que asumieran que esos monstruos hermosos compuestos de vidrieras y de agujas se habían construido con la fe protestante ya en mente. Muy probablemente las ubicaran en algunas de las fantasías históricas que en forma de series o de películas los británicos dominan con maestría: las fechas son más resbaladizas que las imágenes y las impresiones. Y aunque el interior

La receptividad. Francesc Torralba

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 No basta con la salida de sí para que el diálogo tenga lugar. Se requiere, junto a tal movimiento, otra operación, tan fundamental, como aquélla: la receptividad. La receptividad es la condición indispensable para el diálogo. Es la disposición a auscultar el pensamiento ajeno, a hospedar la palabra del otro, pero también su gesto y todo lo que expresa a través de lo no verbal. La receptividad es el a priori del diálogo, el único modo de poder acercarse a la postura ajena. La atenta escucha de la palabra del otro incomoda, inquieta, casi diría, que violenta las propias estructuras mentales y credenciales porque pone en crisis lo que uno piensa y cree. La práctica del silencio es fundamental para desarrollar una atenta receptividad. El silencio es un poderoso juego de lenguaje que tiene un papel decisivo en el acto de la comunicación, no sólo porque predispone a la escucha, a la acogida de su salida de sí; sino porque el mismo silencio es un modo de dar a entender lo que uno cree. Sin s

EL HUMOR DE JESÚS. GIANFRANCO RAVASI

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 Amos Oz, uno de los escritores más libres y creativos de Israel, publicó una novela en la que incluyó esta confesión autobiográfica: “Leí los Evangelios y me enamoré de Jesús, de su visión, de su ternura y de su soberano sentido del humor”. Todo cierto incluso para aquellos que no son creyentes, aunque, a primera vista, parece difícil compartir la admiración por el “soberano sentido del humor” de Jesús. En el umbral de su muerte en 2020, a la edad de 80 años, uno de los más grandes neotestamentarios alemanes, Klaus Berger, quiso dedicar un ensayo precisamente al “humor de Jesús”. Es un texto que entrelaza el análisis exegético, teológico y literario con una hermenéutica viva y creativa, acompañado de un glosario para evitar malentendidos. Así define Berger el humor de Jesús: “Una reversión de todo lo que se percibe como serio, amenazante y capaz de infundir miedo. Es la destrucción de un poder presuntuoso y una reafirmación de la libertad”. Componentes como la paradoja, la ironía, la

INCERTIDUMBRE. María de la Válgoma

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 Muchos de ustedes convendrán conmigo que este ha sido un verano, distinto, raro. Si, como hace la Fundeu cada año (Fundación del español urgente) tuviéramos que buscar una palabra que lo designase, casi todos diríamos “calor”. Un calor infernal que se ha llevado por delante muchas vidas humanas y ha agravado en otros las enfermedades. Y el calor y la sequía trajeron los incendios. Hectáreas y hectáreas arrasadas por el fuego, destruyendo cultivos, viviendas, ganado, el sustento de muchos. No sólo en nuestro país, el sur de Francia y otros lugares también lo han padecido. Y aún hay quien niega el cambio climático diciendo que es normal que en verano haga calor. Las temperaturas han sido, en muchos lugares las más altas, desde que hay mediciones y por eso se ha hablado de calor “histórico”. Yo estaba en Palermo el día que hizo más calor del siglo en la capital siciliana: 46º, con un alto índice de humedad y soplando un siroco, que llegaba de África, que quemaba en los brazos, las pierna