DESIGUALDAD 0BSCENA. María de la Válgoma.
Hace unos días asistí a un acto que se celebraba en el nuevo hotel de
lujo Four Seasons en la madrileña plaza de Canalejas. Con ese motivo
me comentaron que el precio de la suite principal costaba el módico
precio de veinte mil euros la noche. ¡Veinte mil euros!, pero ¿hay
alguien que pueda y quiera gastar veinte mil euros, por dormir en un
hotel de lujo una noche? “Es que la habitación tiene cuatrocientos
metros cuadrados” me informaron. Tenga los que tenga, aunque
tuviera mil, me seguiría pareciendo obsceno. Pensé de inmediato en
los chicos que me vienen al despacho, inmigrantes que podrían ya
regularizarse, tras años de espera y en el mejor de los casos,
trabajando en negro, intentando sobrevivir, y a los que no puedo
empadronar porque duermen (viven) en la calle. O las madres solas
que han venido en patera y están en un piso en el que ocupan una
habitación, que comparten con dos o tres hijos, pero que tampoco
pueden empadronarse, porque el arrendador no se lo autoriza. ¿Qué
pensarían ellos si yo les dijera que hay personas que pueden gastar
veinte mil euros por dormir una noche? No lo creerían, pensarían que
les estaba tomando el pelo.
En muchas ocasiones, ante atentados terroristas cometidos en
Francia, Inglaterra, Bélgica o Alemania por jóvenes islamistas que
han nacido en esos países, que han asistido a la escuela y vivido en
su cultura y entorno, me he preguntado como no les habían calado
los valores de la democracia, y la respuesta siempre ha sido que es la
desigualdad la que envenena las relaciones. Desigualdad que no tiene
por qué ser económica, o no sólo. Tengo un amigo con el sonoro
nombre de Abderramán, al que sólo con decirlo ya no le quieren
alquilar un piso, quizá ni una habitación en un piso compartido,
aunque pueda pagarlo. Va a necesitar que alguien le avale. Es una
desigualdad basada en prejuicios raciales. Pero como ya dijo el
magnífico historiador británico, Tony Judt, en su libro Algo va mal, la
desigualdad económica exacerba casi todos los problemas. Hay
mayor incidencia de trastornos mentales en personas con rentas
bajas, sobretodo en EEUU y Reino Unido y también se confía menos
en las instituciones cuando la renta es menor. La desigualdad en los
sueldos, que está llevando a la frustración y la desesperanza a tantos
jóvenes, se ha incrementado. Siempre he pensado que además de un
sueldo mínimo debería haber un sueldo máximo. Es obsceno, sí, que
el director de una empresa gane un sueldo novecientas veces
superior al de su empleado medio, como ocurre en algunas. Esta
desesperanza de los jóvenes en lo que hasta ahora nos parecía el
devenir ascendente de la Historia, y cuya inseguridad ha hecho
aumentar peligrosamente los movimientos identitarios, lo ve también
el ensayista líbano-francés Amin Maalouf, quien en El naufragio de las
civilizaciones señala un gran retroceso en los valores democráticos,
como la universalidad, la libertad, en muchas de sus manifestaciones,
como la libertad de circulación, la falta de espíritu crítico que lleva
aparejada una mayor credulidad y a una demanda mayor de
seguridad, la pérdida de nuestra privacidad, entre otros muchos
problemas. “¿Cómo serán nuestros países dentro de veinte años, o de
cincuenta años?, se pregunta. Una pregunta que es pertinente que
nos hagamos todos nosotros. Y añadiría otra: ¿que puedo hacer yo
para que, frente a todos los peligros, en el devenir de la Historia,
nuestra humanidad-con minúscula- no se pierda?
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