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Mostrando entradas de abril, 2022

Hay dragones. Espido Freire

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En otras ocasiones he hablado de ángeles músicos, de la capacidad del alma para elevarse hacia el infinito a través de la belleza y la música. Sin embargo, no son estos ángeles los únicos, ni los que más abundan en las representaciones artísticas tempranas: la Edad Media fue rica en historias e imágenes de los santos y ángeles guerreros en una sociedad que los necesitaba. El arcángel Miguel es el más conocido dentro de su jeraquía: un ángel enemigo declarado de Satanás, guardián de la Iglesia, Jefe de los Ejércitos de Dios, armado total o parcialmente, con una lanza o una espada en la mano. A sus pies, la mayoría de las veces, un ser repugnante, oscuro siempre, a veces con cuernos, otras con un rostro aborrecible, mitad humano mitad reptil: San Miguel es un protector, un recordatorio de que es importante protegerse y mantenerse alerta en la lucha contra el pecado. El apóstol Santiago el Mayor, el del campo de estrellas, el humilde peregrino del bastón y la concha de mar que se dirige p

El amor. Pablo d´Ors.

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 Hubo un tiempo en que me tocaba, como sacerdote, celebrar muchas bodas, pues era el responsable de la llamada pastoral matrimonial en una parroquia. A menudo me decían que mis homilías eran preciosas y que decía a los novios cosas muy prácticas que sin duda les ayudarían mucho en el futuro. ¡Tonterías! Conservo muchas de aquellas homilías, de hace unos treinta años, y están llenas no diría de lugares comunes -no voy a ser implacable conmigo mismo-, pero sí de un gran desconocimiento y de una gran ingenuidad. Pido aquí perdón por las muchas estupideces que dije en aquel entonces, y pido ayuda a Dios para escribir ahora cosas más sensatas y certeras. Hoy he comprendido, por ejemplo, que amor no es lo mismo que cariño. Puedo amar a mis enemigos (y por desgracia tengo unos cuantos), pero difícilmente puedo tenerles cariño. El cariño es bonito, pero peligroso. Bonito porque nos hace sentirnos bien y porque querer a alguien es la única manera de empezar a querer a todos. Pero peligroso porq

Pacificar la ciudad. Francesc Torralba

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 El estallido de la guerra en Ucrania ha puesto de nuevo el valor de la paz en el centro del huracán. Nos percatamos de la fragilidad de este don y de la necesidad que tenemos de cultivarlo y de defenderlo. La paz no es solo la ausencia de guerra, sino un estado de equilibro y armonía entre identidades. ¿Cómo pacificar nuestras ciudades? Tres rasgos caracterizan las grandes urbes contemporáneas: la emergente pluralidad, la aceleración de los ritmos de vida y las desigualdades de orden social y económico. Los tejidos sociales de las grandes ciudades del mundo integran en un seno una gran diversidad de identidades colectivas, de etnias, minorías y comunidades morales extrañas unas de otras. Esta pluralidad es un reto decisivo para la edificación de la paz, pues fácilmente se produce una incomunicación entre estos subconjuntos, de tal modo que la fragmentación hace difícil el diálogo y la interacción. La edificación de la paz requiere la existencia de nexos, la deconstrucción de prejuicio

ABRAHAM. GIANFRANCO RAVASI

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 “Para nosotros Abraham significa más que cualquier otra persona en la historia griega o alemana”. Sorprendentemente, es Nietzsche quien habla así en Aurora (1881). Cierto es que el progenitor de las tres religiones monoteístas representa una historia de fe que supera la dramática genealogía del pecador Adán convirtiéndose así en padre de los creyentes, como indica el apóstol Pablo al reflexionar entorno al célebre versículo del Génesis: “Abraham creyó al Señor y se le contó como justicia” (15,6). Desde que una voz trascendente lo empujara junto a su clan a marchar de la espléndida ciudad mesopotámica de Ur para recalar en la tierra de Canaán, hasta su muerte y sepultura en la cueva de Macpela, el Génesis narra su historia con tono de saga. Quienes quieran seguirla críticamente por la delgada línea que bascula entre Historia y Teología, y entre acontecimientos y símbolos, dispone ahora del fascinante volumen de uno de los más grandes biblistas americanos, Joseph Blenkinsopp. En él hall