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Mostrando entradas de julio, 2022

MARTIRES E INFLUENCERS. María de la Válgoma

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 Hace unos meses fui a ver la última película de Imanol Uribe, sobre el asesinato en el Salvador de los jesuitas españoles Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín- Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, el salvadoreño Joaquín López y Elba Ramos, cocinera de la universidad y su hija, la menor Celina Ramos de 16 años. La película, se centra sobre todo en Lucia, una limpiadora de la Universidad, que, semiescondida, fue testigo de la masacre, y la única que, pese a presiones y torturas tuvo el coraje de contar la verdad de todo lo que había visto. No voy a hacer la crítica de la película, que ya hizo en su día en VN José Luis Celada, con la clarividencia con que suele hacerlas. Sí quiero decir que me entristeció profundamente que, siendo una tarde de viernes, en un cine céntrico de Madrid, solo estábamos tres personas. ¿a nadie le interesaba el asesinato ocurrido en el Salvador el 16 de noviembre de 1989 ? Lo hicieron militares afines al gobierno del ultraderechista Alfredo Crist

La equidistancia culpable. Francisco Vázquez Vázquez

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 El disciplinado acatamiento existente al lenguaje políticamente correcto, ha llevado a que de un tiempo a esta parte, en las declaraciones o en las tomas de posición pública de importantes sectores o personalidades de la jerarquía eclesiástica, tanto española como romana, prime la doctrina de la equidistancia, presentada como una modalidad de la virtud de la prudencia y que por cierto se aplica tan solo cuando se trata de enjuiciar a determinados sectores ideológicos o políticos, al parecer más afines a los criterios temporales de los dignatarios equidistantes, ya que su templanza en el juicio brilla por su ausencia cuando las opiniones se vierten sobre al arco contrario del espectro ideológico o político, por cierto excluidos sus representantes de toda presencia física y de todo diálogo. La equidistancia imperante permite estar a la misma distancia de lo justificable que de lo injustificable, o incluso como sucedió en tiempos todavía recientes en España, concediendo la misma exculpac

La voz de la Providencia en mi vida. Jesús Sánchez Adalid

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La Providencia divina no es una verdad difusa, ni una suerte de dogma de contornos poco nítidos. Es un misterio que, cuando se ha sentido cerca, se acaba reconociendo como una regla inmediata, directa, precisa. Solo entonces se comprende que hay una amorosa existencia delineada por Dios para cada uno de nosotros. Y aunque resulte imposible contar la vocación personal, uno sabe reconocer las voces que en ella intervinieron… Mis primeros encuentros con don Antonio Montero no tuvieron lugar en un ámbito eclesial, sino puramente social. Él era el obispo de Badajoz y yo un juez jovenzuelo a quien el nuevo cargo le caía grande. Coincidíamos en actos civiles: la fiesta de la policía, la patrona de la guardia civil, la bendición de un nuevo juzgado… Enseguida me atrajo la personalidad de aquel clérigo menudo de estatura y de una altura intelectual inmensa, tranquilo y sonriente, de amable trato y asombrosa perspicacia. Seguramente, él sentía a su vez curiosidad por aquel muchacho que ya era ju

LAS RE-ESCRITURAS DE BOITANI. GIANFRANCO RAVASI

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 “El autor escribe solo la mitad del libro, la otra mitad corresponde al lector”. Esta afirmación de Joseph Conrad, aplicable a las Sagradas Escrituras, es la perspectiva que adopta Piero Boitani en los escritos de su ejercicio de “Re-Escritura Literaria” donde la mayúscula “Escritura” es fundamental. Porque la Biblia ha sido durante siglos el léxico básico del arte, la literatura, la música y el pensamiento occidental que ha extraído de sus páginas personajes, acontecimientos, símbolos y modelos éticos. Por eso, la exégesis bíblica no puede agotarse en la exploración histórico-crítica sobre la “letra” y sobre el “espíritu” de esas Escrituras, sino que debe perseguir también la subsiguiente existencia y vitalidad secular. Con el “rehacer la Biblia” de Boitani sucede como con la música donde la obra se descubre en la partitura y, por supuesto, en su ejecución. Por ello, solo resta sentarse en la platea y seguir la dirección de Boitani que, como “maestro”, domina esa suprema partitura in