MARTIRES E INFLUENCERS. María de la Válgoma
Hace unos meses fui a ver la última película de Imanol Uribe, sobre el asesinato en el
Salvador de los jesuitas españoles Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín- Baró, Segundo
Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, el salvadoreño Joaquín López y Elba
Ramos, cocinera de la universidad y su hija, la menor Celina Ramos de 16 años. La
película, se centra sobre todo en Lucia, una limpiadora de la Universidad, que,
semiescondida, fue testigo de la masacre, y la única que, pese a presiones y torturas
tuvo el coraje de contar la verdad de todo lo que había visto. No voy a hacer la crítica
de la película, que ya hizo en su día en VN José Luis Celada, con la clarividencia con que
suele hacerlas. Sí quiero decir que me entristeció profundamente que, siendo una
tarde de viernes, en un cine céntrico de Madrid, solo estábamos tres personas. ¿a
nadie le interesaba el asesinato ocurrido en el Salvador el 16 de noviembre de 1989 ?
Lo hicieron militares afines al gobierno del ultraderechista Alfredo Cristiani, presidente
del país en aquel entonces. El título de la película está tomado de lo que, sabiendo el
riesgo que asumían por ayudar a los más vulnerables, había dicho un día el rector de la
Universidad, el filósofo y teólogo Ignacio Ellacuría:” Si me matan de día sabrán que ha
sido la guerrilla, pero si llegan de noche serán los militares los que me maten”. La
película lleva el expresivo título de “Llegaron de noche”. Traigo esto a colación, porque
además de lo que me conmovió – a mí, y sin duda a muchos de ustedes- la terrible
matanza, en su día, revivida con la película ahora, hoy al leer la prensa me entero de
que dos jesuitas mejicanos, Javier Campos y Joaquín Mora, han sido asesinados el
lunes 20 de junio, por ayudar a los indígenas de Chihuhua, en el noroeste de Méjico,
zona donde impone su ley el narco. Campos tenía 79 años e iba a hacer 50 años de
sacerdocio en esa región. Todo el mundo le conocía como “el Gallo”, porque cacareaba
mejor que uno auténtico. Mora tenía 81, y pese a su edad y a algunos achaques y
aunque la orden le había ofrecido trasladarle a la capital o a Guadalajara para
atenderle, él se había negado, “este en mi lugar, es mi gente y seguiré aquí”. Es una
sierra abrupta, una zona marginal, donde solo muy de vez en cuando aparece el
ejército o la guardia nacional. Una zona peligrosa e insegura. Los sacerdotes convivían
con el narco porque no había más remedio, y porque pensaban que con su presencia
protegían a la gente. Los narcos, les tenían un cierto respeto, no el suficiente para
evitar que, el pasado lunes, entraran en la iglesia, persiguiendo a un guía local que se
había refugiado allí, y al tratar de defenderle, les acribillaran a balazos. Se llevaron los
cadáveres, junto con otras cuatro personas secuestradas.
Pienso que la Iglesia, no saca partido de estos mártires, ni de otros muchos cristianos
perseguidos. Se debía hablar de ellos en las misas dominicales, en las homilías, en las
catequesis, en las escuelas. Son nuestros héroes y nuestro ejemplo de cristianos, que
debíamos tener presentes. Frente a tantos “influencers” inanes, que proliferan en las
redes sociales, por lo general jovencitas que aconsejan sobre moda, belleza o similares,
y que tienen millones de seguidores, deberíamos elegir personas que de verdad nos
influenciaran, con su ejemplo de vida y de actitud valiente ante la muerte, como estos
mártires de hoy. Seguirles a ellos es seguir a Jesús, su ejemplo y que debería ser
también el nuestro.
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