Acompañamientos personales. Pablo d'Ors
El camino espiritual que emprendí hace casi cuatro décadas no me ha ahorrado -que yo sepa- nada de lo oscuro. Al contrario: me lo ha puesto siempre bien delante para que escoja cómo vivirlo. Aquí debo admitir que no habría crecido interiormente si no hubiera tenido que vérmelas con la noche. También confieso lo mucho que me satisface no haber perdido la esperanza conmigo. Todavía más: sigo soñando con que puedo ser mejor, con que puedo ayudar más a quienes piden mi ayuda. Sigo leyendo con fruición, como si de un momento a otro se me fuera a revelar quién sabe qué cosas. Sigo sentándome en silencio y en quietud, como cuando en el 2005 empecé con esta práctica. Quienes me conocen saben que me sigo formulando incontables preguntas, y que todas las mañanas recito el evangelio de la Transfiguración, que se ha convertido en el lema de mi vida. Tras esta recitación, beso el Cristo de Asís, mi gran amor; me pongo en manos de la Virgen del Vacío, así es como yo la invoco; y, casi siempre en s