La equidistancia culpable. Francisco Vázquez Vázquez

 El disciplinado acatamiento existente al lenguaje políticamente correcto, ha llevado a que

de un tiempo a esta parte, en las declaraciones o en las tomas de posición pública de

importantes sectores o personalidades de la jerarquía eclesiástica, tanto española como

romana, prime la doctrina de la equidistancia, presentada como una modalidad de la virtud de

la prudencia y que por cierto se aplica tan solo cuando se trata de enjuiciar a determinados

sectores ideológicos o políticos, al parecer más afines a los criterios temporales de los

dignatarios equidistantes, ya que su templanza en el juicio brilla por su ausencia cuando las

opiniones se vierten sobre al arco contrario del espectro ideológico o político, por cierto

excluidos sus representantes de toda presencia física y de todo diálogo.

La equidistancia imperante permite estar a la misma distancia de lo justificable que de lo

injustificable, o incluso como sucedió en tiempos todavía recientes en España, concediendo la

misma exculpación a la víctima que al verdugo.

Se enmascara la equidistancia, disfrazándola de ecuanimidad, cuando lo cierto es que

ser ecuánime es algo tan sencillo como procurar ser imparcial en el juicio, una clara

manifestación de la virtud de la tolerancia, opuesta y diferente de la taimada prudencia, que

muchas veces es simplemente cobardía y algunas otras engaño.

No puede haber, tomemos como ejemplo, ni excepciones ni casuísticas al derecho a la

vida, ni a las consecuencias de su defensa, como es el caso de la objeción de conciencia,

derecho que asiste a todos los ciudadanos.

Como tampoco se puede aceptar en los colegios de ideario católico, un adoctrinamiento

ideológico en los programas educativos, contrario a los principios irrenunciables de la moral

católica.

Al igual que sucede cuando el respeto a la libertad de las personas para ejercer su

sexualidad o para formar una familia diferente a la de la unión natural de hombre y mujer, es

sustituido por la imposición, incluso legal, de tener que tomar estas manifestaciones como

propias, y como un modelo y ejemplo a seguir, aunque sean contrarias a nuestras

convicciones.

Generalmente la equidistancia se manifiesta con el silencio. No se opina, no se juzga, no

se condena e incluso por desgracias, ni siquiera se alienta, se anima y no digamos, se

acompaña a quien o a quienes sencillamente expresan públicamente su compromiso y su

defensa con los valores católicos, tal como sucedió en la convocatoria en estos días de una

manifestación en defensa de la vida.

La no injerencia de la Iglesia en los asuntos públicos y su neutralidad ante las posiciones

políticas, se toma como pretexto para no condenar un hecho delictivo como es un intento de

golpe de estado, aduciendo que hay fieles católicos en las partes enfrentadas, cuando la

cuestión no es la de tomar partido sino sencillamente la de condenar un delito que quebranta la

convivencia y que la equidistancia legítima y sirve de coartada para su repetición.

Equidistancia que no puede existir entre el bien de la paz y la condena de la guerra, pero

que en ningún caso puede servir de justificación o de explicación para eludir la tajante condena

del invasor y su responsabilidad en los sufrimientos de los inocentes.

Y al buen entendedor pocas palabras bastan.


En Gandarío, a 18 de Junio del 2022


Francisco Vázquez Vázquez

- Alcalde que fue de La Coruña

- Embajador de España.



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