El amor. Pablo d´Ors.
Hubo un tiempo en que me tocaba, como sacerdote, celebrar muchas bodas,
pues era el responsable de la llamada pastoral matrimonial en una parroquia. A
menudo me decían que mis homilías eran preciosas y que decía a los novios cosas muy
prácticas que sin duda les ayudarían mucho en el futuro. ¡Tonterías! Conservo muchas
de aquellas homilías, de hace unos treinta años, y están llenas no diría de lugares
comunes -no voy a ser implacable conmigo mismo-, pero sí de un gran
desconocimiento y de una gran ingenuidad. Pido aquí perdón por las muchas
estupideces que dije en aquel entonces, y pido ayuda a Dios para escribir ahora cosas
más sensatas y certeras.
Hoy he comprendido, por ejemplo, que amor no es lo mismo que cariño. Puedo
amar a mis enemigos (y por desgracia tengo unos cuantos), pero difícilmente puedo
tenerles cariño. El cariño es bonito, pero peligroso. Bonito porque nos hace sentirnos
bien y porque querer a alguien es la única manera de empezar a querer a todos. Pero
peligroso porque puede generar apegos y alimentar la mente egoica. Además, su
mantenimiento no depende sólo de ti, sino de cómo se comporte el otro. De modo
que el cariño es bueno, pero insuficiente. El cariño debe ser una puerta para el amor.
Todo esto es muy bonito, pero también muy difícil, puesto que el corazón
humano, o al menos el mío, es normalmente un auténtico torbellino. Somos capaces
de gestos heroicos encomiables, pero también de lo más ruin. Podemos ser caritativos
y tiernos, pero también clavar el puñal de nuestra indiferencia o de nuestra frivolidad.
Lo que a mí me gustaría es haber llegado a un nivel de maduración humana tal que mi
presencia sirviera realmente de ayuda. Ojalá que yo amara como digo que hay que
amar, con esa generosidad estructural, con ese discipulado permanente, con esa
esperanza puesta a prueba. En mi carrera hacia el amor, por desgracia, he fallado
muchísimas veces y, lo que es peor, sigo fallando muy a menudo. No es algo muy
alentador, pero es la verdad, y la verdad nos hace libres.
La verdad es siempre un buen punto de partida para empezar a construir,
aunque ese punto de partida sea una ruina. Entre quienes dicen que se aman debe
reinar siempre la verdad, y la verdad no consiste sólo en no decir mentiras. Esa es la
versión light. El hardware de la verdad es ser quienes somos: y esa es la tarea más
ambiciosa a la que cabe aspirar. No podemos ser de verdad si no nos sentamos cada
día con ella, y eso es meditar. Sin silencio no hay amor. Y el silencio sin amor es
totalmente hermético.
Sólo el amor de Dios sacia el corazón del hombre. Sólo si nos amamos
divinamente, amamos a nuestra verdadera medida. Amar como Dios ama es una
pasada. Todo lo que no sea esa pasada es poco para nuestro corazón.
La persona amada no es el cielo, sino el compañero o la compañera con quien
caminar hacia el cielo. Esto es importante. Decirle al ser amado te quiero es tanto
como decirle: eres lo más parecido a Dios de cuanto he encontrado y eres por ello mi
camino para ir a Dios. Tu pareja, si la tienes, es un pontífice entre este mundo y el otro,
entre esta vida y la vida de verdad, entre la inconsciencia y el despertar. Estamos
juntos para ayudarnos a despertar, para ayudarnos mutuamente a estar vivos, para
descubrir la vida juntos y ser vida para los demás. No es un desafío pequeño.
Comentarios
Publicar un comentario