LA FE EN 50 CARTAS. Card Ravasi

 Durante el período que pasé como Prefecto de la Biblioteca Ambrosiana de Milán, una de las

experiencias más divertidas fue la de hojear la correspondencia y las sorpresas fueron muchas. Por

ejemplo, encontré la confirmación de que Cicerón se atrevió a pedir a su amigo Lucio Lucceio que

redactara su propia biografía, consciente de su fama, pero fingiéndose humilde. De ahí el proverbio,

Epistula non erubescit, “la carta no se sonroja”, porque puede expresar lo que uno no se atreve a

decir cara a cara. En otros casos me intrigó la caligrafía, confirmando otro dicho clásico, Gallina

scripsit, “escrito por una gallina”. Verba volant, scripta manent, “las palabras vuelan, lo escrito

queda”, podemos aplicarlo a la fascinante correspondencia inventada por un conocido teólogo y

exégeta alemán, Gerhard Lohfink. Dirigiéndose a una familia ficticia, el matrimonio Westerkamp y

su hija Hannah, elaboró una correspondencia de 50 cartas que son la confirmación de una de las

trescientas máximas del Oráculo manual publicado en 1647 por el jesuita español Baltasar Gracián:

“Una carta es una conversación escrita”. El pensador elige como hilo conductor de las cartas la fe

cristiana en su estructura y en sus muchas derivaciones. Y la inspiración simbólica la encuentra en

un hecho que se repite en muchas familias. “Hace unos meses su hija Hannah de nueve años, -

escribe el teólogo -, le dijo que quería hacer la Primera Comunión. Si entiendo correctamente su

carta, usted, señor Westerkamp, ​​no está bautizado. Su esposa fue bautizada y confirmada, pero

luego perdió todo contacto con la Iglesia”. El sacerdote también escribe a la niña, introduciendo una

objeción implícita: “Tú tendrás que tomar decisiones todavía. La fe debe conquistarse

continuamente. No es una baratija que se obtiene fácilmente. Las cosas grandes y hermosas de la

vida suponen siempre un riesgo. Sabes que también tus padres se enfrentan a ese riesgo. Tu padre se

pregunta si debería bautizarse y ser acogido en la Iglesia. Hasta ahora no parece que haya decidido

nada. Todo sigue en el aire”. El enfoque es interesante porque exorciza cualquier forma de

proselitismo, a la vez que permanece como un apelo a una elección consciente, no emocional. En

esta perspectiva se entrelaza toda la “conversación epistolar” que es implícitamente dialógica,

aunque no se introduzcan las cartas del interlocutor, sino solo se evoquen. La trama del discurso

sobre la fe podría compararse con una suerte de procedimiento cinematográfico que parte del plano

general y avanza cerrándose cada vez más. Así, las primeras cartas se centran en cuestiones cosmo-

antropológicas generales como la Creación, el mal y el dolor. Después, se van deteniendo en la

historia vista a través del prisma de la fe. Todo se explica siempre de manera transparente, en un

estilo casi narrativo, para evitar una catequesis pedante que provoque reacciones alérgicas en los

dos interlocutores, el marido agnóstico y la mujer no practicante. Se trata de un texto que, además

de apuntar al mundo de la formación eclesial a través del fresco de figuras, símbolos y temas de la


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fe, también está dirigido a quienes deseen redescubrir las raíces ya enterradas de su vida personal o

un horizonte quizás desconocido, pero no ingenuo, puritano o clerical.


GIANFRANCO RAVASI


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