Beguinas. Jesús Sánchez Adalid

 

Mi última lectura es un libro de la teóloga feminista española Cristina

Inogés: Beguinas. Memoria herida (PPC Editorial, 2022). Es un estudio

histórico y teológico sobre el desconocido mundo de las beguinas;

agrupaciones de mujeres laicas en la Edad Media, que vivían en comunidades

cerradas, apartadas de los hombres, con el objetivo de hacer el bien y cuidar a

los desamparados. Me sorprende este libro que, además de acercarnos a la

vida de aquellas mujeres independientes y bondadosas, nos pasea por la

mística medieval; demostrando que la vida por entonces no era tan pobre y

maniqueísta como generalmente se cree. Según la autora, “está muy lejos de

ser un tiempo oscuro e improductivo. Al contrario, fue una época bulliciosa,

movida, colorista, llena de inventos y llena de vida, coincidiendo con guerras,

cruzadas y epidemias” (p. 17).

Describir el papel de la mujer a lo largo de la historia no es fácil. El

primero y fundamental de los problemas es que el único discurso imperante y

válido durante siglos fue el masculino. Y la inmensa mayoría de la información

que nos llega sobre las actividades cotidianas, los pensamientos, las actitudes,

y los comportamientos femeninos es a través de los escritos de clérigos

varones. De tales referencias deducimos que la sociedad medieval es

fundamentalmente estamental, en la que únicamente encontraremos a la mujer

noble, a la monja y a la campesina. Pero la diferenciación social tampoco

facilita un mínimo de igualdad de género; porque la mujer noble, aunque

poseyera riquezas o algún tipo de poder en la casa, no dejaba de estar

sometida al padre, al marido o al hijo. Su única posibilidad de salida del núcleo

de vida familiar originario era constituir una suerte de moneda de cambio en

matrimonios de conveniencia política, estratégica o económica, que finalmente

resultaban un beneficio para uno u otro varón noble. Rara vez se les permitía

participar en política a las mujeres, y ni aun siendo viudas podían disfrutar de

su dote. Aunque hay algunos casos constatados que resultan sorprendentes.

En cambio, la vida religiosa era una verdadera vía de escape para las

mujeres nobles que no podían gozar de una dote suficiente en su matrimonio o

que huían de una boda pactada. Para la campesina todo era más difícil,

encargada del hogar, la educación de los hijos, la limpieza y el trabajo en el

campo o como servicio doméstico en otra casa. Y no hace falta decir que el

acceso a la educación, sobre todo en zonas rurales, era casi imposible. Las

mujeres eran seres débiles moralmente, ya que constituían la imagen de la

puerta del pecado; y también corporalmente, debido a la menstruación, que se

entendía como algo sucio y diabólico que salía de ellas. Por el simple hecho de

ser mujer, se las consideraba con inteligencia y capacidades menores, e

incluso sin alma en casos extremos.

En medio de esta realidad, todo parece indicar que las beguinas

surgieron de forma un tanto espontánea. Resulta sorprendente y apasionante a

la vez descubrir a unas mujeres laicas que decidían vivir juntas y apartadas de


los hombres, consagradas a sus labores intelectuales y al cuidado de los más

débiles. La misma denominación de «beguina» no resulta fácil de descifrar.

Cristina Inogés nos acerca a un misterio histórico y espiritual que sin duda

merece ser conocido en este momento de la historia.

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