EL PAPADO, SÍMBOLO DE ESPAÑA. Francisco Vázquez Vázquez Embajador de España

 

En la iglesia católica del presente y vinculadas al Papado, concurren dos circunstancias inéditas

hasta hoy, que reflejan nítidamente la huella y la importancia de España en la historia del catolicismo.

Me refiero a la doble condición de argentino y de jesuita del Papa Francisco, siendo ambos

pormenores novedades absolutas en el devenir cronológico de los 266 Pontífices que se han sentado

en el trono de Pedro.

Tres han sido los Papas españoles, Dámaso y los dos Borja (Borgia), Calixto III y su sobrino

Alejandro VI, lo cual nos permite considerar a Francisco como el cuarto de lengua y cultura española,

aunque en mi opinión se debe resaltar también su consideración como el primer Sumo Pontífice

hispanoamericano, al igual que el hecho de ser el primer Papa miembro de la Compañía de Jesús, la

orden fundada por el santo español Ignacio de Loyola.

Los dos conceptos, Hispanoamérica y los jesuitas, son el mejor de los compendios para explicar

y reivindicar la doble función civilizadora y evangelizadora realizada por España en las tierras de

América, las que nuestra primera Constitución, la liberal de Cádiz de 1812, consideraba como parte

propia de España, cuando en su artículo primero definía la Nación Española como “la reunión de todos

los españoles de ambos hemisferios”.

En aquellas tierras hispánicas, los jesuitas llevaron a cabo una singular labor misionera, en la

que la evangelización de los pueblos indígenas se realizó con el máximo respeto a su identidad,

llevando a cabo incluso los religiosos un proceso de inmersión en las lenguas y culturas aborígenes, con

el objeto de integrarse y formar parte de las comunidades nativas.

El ejemplo más notorio de estas prácticas tan humanizadores y respetuosas con las realidades

autóctonas lo constituye la creación de las “Reducciones” jesuíticas, históricamente uno de los más

importantes intentos de todos los tiempos de crear la Utopía, una sociedad justa y perfecta, organizada

en este caso conforme a los valores evangélicos.

Hoy solo se conservan sus ruinas, esparcidas por tierras de Paraguay y Argentina, el antiguo

Virreinato de Río de la Plata, ya que como se sabe, España, al contrario que los demás reinos

europeos, nunca consideró colonias a las tierras americanas, sino partes integrantes de su Estado, al

mismo rango que los virreinatos de Nápoles o Sicilia, o de los Consejos de Castilla o de Aragón.

Esta acción civilizadora desmitifica muchas de las falacias antiespañolas propias del presentismo

histórico que sufrimos. Además, no fue exclusiva ni de los jesuitas ni de los territorios platenses, ya que

España, desde el inicio del descubrimiento, a través de otras órdenes religiosas, la desarrolló e impulsó


en el conjunto del continente americano.

Así vemos como a lo largo de toda California, los franciscanos erigieron una red de misiones

cuya simple enumeración es un catálogo de norte a sur de las actuales metrópolis y ciudades del oeste

estadounidense: San Francisco, Santa Bárbara, Carmelo, Santa Clara, San Diego, Los Ángeles, San

Luis, etc.

Es el largo “Camino Real español” de las reducciones franciscanas creadas por Fray Junípero

Serra, cuya desaparición a la marcha de los españoles, representó primero la decadencia y después la

total desaparición de los pueblos nativos en el oeste norteamericano y anglosajón.

Y por razones de justicia equitativa, recordar también como tan solo 46 años después de la

arribada de Colón, el 28 de octubre de 1538, los dominicos fundaron en Santo Domingo, la Universidad

de Santo Tomás, la primera de América, 98 años antes que Harvard, que fue la primera en las colonias

inglesas.

Sic fuit et sic factum est.


En Gandarío, a 10 de diciembre del 2021

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