El legado de Carol Gilligan. Francesc Torralba
La ética del cuidar se ha desarrollado, especialmente, en el campo de la
enfermería, pero no únicamente en este campo. También ha tenido su
desarrollo ulterior en el mundo de la atención social, de la educación y de la
medicina, pero las primeras interesadas en articular una ética del cuidar fueron
enfermeras y antropólogas.
Contrariamente a lo que pueda parecer, en los últimos decenios, la ética
del cuidar se ha desarrollado a fondo. En el contexto internacional, esta
propuesta ética es conocida con el nombre de Caring ethics. El valor del
cuidado ha experimentado un interés renovado como consecuencia de la
pandemia y la experiencia colectiva de la vulnerabilidad.
Desde el punto de vista psicosocial, la máxima exponente de la
denominada Caring ethics es Carol Gilligan. Carol Gilligan, discípula de
Kohlberg, se dio a conocer en este ámbito a partir de su conocido ensayo, In a
Different Voice. Psychological Theory and Women’s Development (1982).
Justamente, en este 2022 conmemoramos los cuarenta años de dicha obra.
Filósofa feminista, esta reputada investigadora muestra cómo las
mujeres, en su desarrollo moral, no siguen exactamente los mismos pasos del
hombre. En esto toma distancia de su maestro (Kohlberg), hace ver que las
mujeres están más preocupadas por las relaciones concretas, mientras que los
hombres lo están por los principios generales.
Carol Gilligan muestra cómo las mujeres y los hombres tienden a usar
diferentes estrategias de razonamiento y aplican distintos conceptos en el
momento de afrontar los problemas. Observa que las mujeres tienden a percibir
los dilemas primeramente en términos de existencia y no de vínculo personal.
Según su criterio, el universo femenino busca ser, inicialmente, un
mundo de relaciones y de verdades psicológicas, en el que la confianza del
vínculo entre personas da a reconocer la responsabilidad. Según ella, los
hombres se orientan a cuestiones como la igualdad o la desigualdad, o a
principios impersonales. La perspectiva masculina no pone el énfasis en la
relación, en el rostro a rostro y sus derivaciones, sino en los ideales abstractos
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de la justicia y los derechos y requieren de principios imparciales como la
justicia, la autonomía o la beneficencia.
Según Gilligan, la orientación más propia de las mujeres es hacia una
ética del cuidado, mientras que la sensibilidad masculina tiende hacia una ética
de la justicia. Sobre esta diferencia fundamental elabora la ética del cuidar
basada en las relaciones de proximidad.
A diferencia de las éticas basadas en los principios abstractos, Carol
Gilligan articula una ética centrada en la calidad emocional de las acciones y en
la interacción entre personas. El cuidado, la compasión y la conexión son los
pilares básicos de su propuesta ética. Rechaza una ética abstracta, lejos de los
contextos y de las situaciones reales y pone el acento en el binomio cuidador y
persona cuidada. Después de ella, Leah Curtin, Sara Carper y Kristen Swanson
desarrollarán aportaciones interesantes sobre la actividad de cuidar partiendo
de las ideas de Carol Gilligan.
La sensibilidad ética parece ir ligada estrechamente a la práctica del
cuidado. El cuidado, sostiene Carol Gilligan (1982) no es una cuestión de
lógica, ni de justicia, sino más bien tiene su raíz en un preocuparse (care
about), en el intento de una búsqueda o de una red de responsabilidades.
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