¿Quiénes son los maestros? Pablo d’Ors

 1.       Un iluminado o maestro espiritual es alguien muy normal (está entre nosotros,

aunque muchos no lo reconocen como tal), si bien, al mismo tiempo, es alguien muy

especial (es una minoría, pocos alcanzan este estado o llegan a este nivel de

humanidad).

2.       Tiene un temperamento y un carácter propios (la iluminación no se los quita).

Cada iluminado lo es a su manera, según su índole personal.

3.       Se le reconoce por los frutos, principalmente por la paz, el amor y la alegría, es

decir, desprende un aura de serenidad y su vida está claramente dedicada a los demás.

4.       También se le reconoce por su humildad: no va de maestro y suele tener cierto

sentido del humor, esto es, de relativización de lo propio.

5.       Ahora bien, no ha llegado a este estado de iluminación normalmente de buenas a

primeras (aunque alguno sí), sino tras un largo y sinuoso camino en el que ha tenido

que atravesar muchas sombras y noches oscuras, así como equivocarse muchas veces.

Así es precisamente como ha aprendido. El error es el principal maestro.

6.       Así que a menudo no es alguien particularmente ecuánime o impasible, como

solemos imaginarlo, según el patrón clásico del iluminado, sino alguien que,

precisamente por estar abierto del todo, es muy empático y receptivo.

7.       Todo maestro se siente llamado a la compasión, esto es, a compartir su sabiduría

con algunos discípulos, si bien hay incontables formas de magisterio y de escuela.

8.       No todos los iluminados son igualmente iluminados. Hay una graduación en la

iluminación. No es lo mismo Jesús y Buda, por ejemplo, que Ramana Maharshi o

Yogananda Paramahansa. Como tampoco son lo mismo Ramana o Yogananda

comparados con Anthony de Mello o Franz Jalics, por seguir dando algunos ejemplos.

9.       Al maestro no hay que buscarlo, aparece cuando estás preparado.

10.   Además, no eres tú quien escoge el maestro (aunque a veces pueda parecerlo),

sino él a ti. ¿Cómo? Primero hay una aceptación de tu discipulado (más o menos

explícita) y, finalmente, una transmisión (ritualizada o espontánea).

11.   Todo discípulo está llamado a convertirse en maestro y todo maestro, por mucho

que lo sea y cuanto más lo sea, nunca deja de ser discípulo: reconoce a quien le

engendro en el espíritu y aprende permanentemente de todo y de todos.


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