ANIVERSARIO DE DOS ANIVERSARIOS. GIANFRANCO RAVASI

 Ovidio, en Las Metamorfosis, aseguraba que “es lícito aprender incluso del adversario”, Fas est et

ab hoste doceri, (IV, 428). Tomaremos esta frase para justificar este divertissement provocado por

el doble centenario de dos autores del siglo XX, el portugués José Saramago y el estadounidense

Jack Kerouac, ambos nacidos en 1922. El autor del Evangelio según Jesucristo (1991) entra de

lleno en la categoría del hostis, también por su manifiesto ateísmo y los ataques a una Iglesia a su

juicio vasalla del dictador Salazar. Saramago da la vuelta a la misión de Cristo, a quien considera

víctima de un engaño superior y, por tanto, obligado a confesar en la cruz después de haber intuido

“el río de sangre y de sufrimiento que nacería de Él”: “Hombres, perdonadlo, porque no sabe lo que

ha hecho”. Este escandaloso desenlace lo preparan dos escenas capitales en la vida de Jesús de

Nazaret, las tentaciones de Satanás y la resurrección de Lázaro prohibida a Cristo por María de

Magdala con esta terrible advertencia: “Nadie ha cometido tantos pecados en la vida como para

merecer morir dos veces”. El bien y el mal, la vida y la muerte son interdependientes, como el

mismo Dios declara a Satanás: “Para que yo sea bueno, debes seguir siendo malo, si el diablo no

existe como diablo, Dios no existe como Dios, la muerte de uno sería la muerte del otro”. Sin duda,

el vuelco de la cristología y la teodicea cristiana es radical, pero la sacudida que provoca Saramago

puede ser saludable para repensar de manera más auténtica la misma visión antitética tradicional. La

relectura especular, antitética del mensaje cristiano por parte de Saramago puede ser la piedra en el

zapato de una fe devota y adormilada. Saramago, ateo gracias a Dios (por usar el famoso chiste de

Buñuel), también dejó un poderoso texto sobre la redención, Ceguera de 1995. Una vez más es el

Evangelio la sustancia que alimenta la reflexión: “Somos ciegos que ven, ciegos que, viendo, no

ven”. Como demostró Piero Boitani en su espléndido Rehacer la Biblia, Saramago debe ubicarse en

las “re-Escrituras” literarias bíblicas, aunque su versión sea invertida. Por su parte, la espiritualidad

de Jack Kerouac creció a la sombra de la generación “beat”, aunque su vida reflejó siempre su

origen católico. Es famosa la respuesta que dio en televisión a la pregunta, “¿qué estás buscando?”,

a la que contestó sin dudar: “Estoy esperando que Dios me revele su rostro”. Sus Diarios así lo

confirman, especialmente en la selección “Salmos”. Pocos pensarían que las siguientes frases han

salido de la pluma de una figura tan provocativa y anómala. “Si Jesús se sentó en mi escritorio esta

noche, mirando por la ventana / Solo Él sabe la respuesta definitiva / Todo lo que escribo es Jesús /

Jesús, la tuya es la única respuesta para todos los seres vivos / Dios, debo ver tu rostro esta mañana,

tu rostro a través de los cristales polvorientos de la ventana, debo escuchar tu voz por encima del

estruendo de la metrópoli / Todo es por Ti; gracias, mi Señor, por este mundo y por Ti. Llena mi

corazón de Tu espíritu para siempre”. Poco antes de su muerte el 21 de octubre de 1969, en una

entrevista con el New York Times, dijo: “No soy un beatnik. Soy católico”, una identidad mística, a

la vez que “extraña, solitaria y loca”. Y su último “Salmo” invocaba: “Guarda mi carne en Ti

eternamente”. En definitiva, era la fe cristiana en la Encarnación la que unía y une lo infinito/eterno

y la carne/humanidad.




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