Educación “transversal”. Jesús Sánchez Adalid

 El proyecto de reforma curricular de la Enseñanza Secundaria aprobado

recientemente ha generado una polémica sin precedentes, al establecer que, en la

ESO, la Historia se enseñe sin detallar los hechos históricos y sin atender a la

cronología; y que la asignatura Historia de España de 2º de Bachillerato debe

comprender los acontecimientos posteriores a 1812. En el documento, de más de 400

folios, se alega que los alumnos estudiarán así la "diversidad identitaria" y aprenderán

a "respetar la existencia de identidades múltiples". Uno de los epígrafes reclama

"referir el papel que han representado las creencias religiosas y las instituciones

eclesiásticas en la configuración territorial y política de España, valorando las épocas

de convivencia pacífica de culturas diferentes y analizando críticamente aquellos

momentos en los que ha primado la uniformidad y la intolerancia frente a la diversidad

cultural y contra las minorías étnicas, religiosas o culturales". Y también insta a los

profesores a enseñar las "grandes reformas estructurales" que se hicieron durante "el

proceso reformista y democratizador que emprendió la II República". El Ministerio de

Educación invoca la necesidad de ofrecer a los estudiantes "una visión más

democrática" de nuestra Historia, frente a "la visión tradicional, centrada en el

imperialismo y los Reyes Católicos". El razonamiento para resumir su propuesta es tan

simplista como anodino: la alternativa se basa en organizar los saberes desde una

perspectiva “más transversal” (página 106).

No podía faltar aquí una de esas palabras de moda que tanto se repiten de

forma solemne, sin saber muy bien lo que significan, y que son como comodines a usar

vengan o no a cuento. Ese "transversal" parece sugerir el interés de cruzar de lado a

lado el espacio y el tiempo, siguiendo una trayectoria diagonal o, por lo menos,

sesgada o no rectilínea. No importa que el significado de la maniobra ideológica

permanezca confuso o indeterminado; el adjetivo “transversal” ya lo legitima. Sin

tener en cuenta que, a juzgar por la etimología, el término también puede hacer

mención a lo que se desvía de la orientación recta o principal.

No es de extrañar que los nuevos currículos hayan suscitado una viva reacción

entre historiadores, docentes y humanistas. También los escritores nos hemos

pronunciado, protestando con un manifiesto ampliamente respaldado. Y lo hacemos

por varios aspectos; entre ellos, precisamente, la ambigua justificación para el

silenciamiento educativo de un pasado común que constituye la única manera posible

de explicar y comprender muchas de las realidades presentes. Tal dislate solo se

entiende pensando en una verdadera censura intelectual y emocional, que es en el

fondo una claudicación ante nacionalistas y separatistas. Si se desconoce la verdadera

evolución histórica de España, los adolescentes y jóvenes podrán ser mucho más

manipulables por los discursos que tratan de reinventar el pasado, las pueriles

ensoñaciones políticas y los meros “mundos de Yupi”.

La Historia no se oculta, se enseña; no por puro enriquecimiento intelectual,

sino para formar ciudadanos que sepan la verdad y puedan con ella vencer dificultades

y mejorar esta nación nuestra que se llama España. Así rezaba ya la tópica y famosa


frase de Cicerón: «Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra

vitae, nuntia vetustatis» («y en cuanto a la Historia, que presencia el paso de los años,

ilumina la realidad, da vida a los recuerdos, brinda consejos sobre la vida y es

mensajera de la antigüedad», en De oratore II, 9). Y Cervantes, amplio conocedor de

toda la literatura clásica, lo recuerda en su Quijote cuando habla de los historiadores:

“…habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada

apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les haga torcer

del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las

acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo

porvenir”.



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