¿Evangelización cuántica?. Jesús Sánchez Adalid
Una gran parte de las personas con las que nos encontramos en
nuestros esfuerzos pastorales y catequéticos tienen a la ciencia en una
consideración que la religión ya no puede soñar para sí. Sobre todo, los
jóvenes. Esta fe ciega en la ciencia proviene del naturalismo científico o
cientificismo, que arranca del positivismo de Augusto Comte, quien ya predijera
en el siglo XIX la superación de la religión y la metafísica. Sólo la razón
humana, y a través de pruebas llamadas "experimentos objetivos", sería capaz
de alcanzar la verdad sobre el mundo y el Universo, y todo lo que no pueda ser
obtenido a través del "método científico" debe ser considerando superstición.
De ahí el enfrentamiento entre la Ciencia, entendida como la búsqueda honesta
del conocimiento, y la Religión, como creencia primitiva que propugna la
Iglesia. Esta corriente ha ido dando forma a un estilo de pensar que se une al
hecho de que las ciencias impregnan nuestra cultura universal,
No obstante, el positivismo va siendo superado desde mediados del
siglo XX por diversas corrientes epistemológicas. Y el cientificismo ya no se
presenta con el tono agresivo de otras épocas. Los nuevos científicos parecen
ser conscientes de las limitaciones de su ciencia. En 1998 la prestigiosa revista
Norteamericana Newsweek anunciaba en su portada: "La ciencia descubre a
Dios", reflejando que más del 60% de los científicos del más alto nivel creen ya
en alguna forma de Dios. Con ello no se está negando el método científico en
el terreno que le es propio, simplemente se está afirmando que no hay un único
método válido que explique toda la realidad. El conocimiento del espacio y el
tiempo fue profundamente transformado por la Teoría de la Relatividad de
Einstein, y los extraños fenómenos del mundo cuántico cuestionaron las
tradicionales ideas de determinismo y causalidad. Parece ser que hay
realidades escurridizas, cambiantes, ambivalentes sobre las que es difícil
afirmar algo de manera tajante. «Si no perturba tu mente, no entiendes nada»,
dice Niels Bohr, uno de los fundadores de la teoría cuántica. Y el premio Nobel
Richard Feynman admitió que «a todos les parece peculiar y misteriosa, tanto
al novato como al experimentado físico». He aquí la fascinante puerta que se
nos abre: el misterio. En ese contexto, la negación de lo espiritual aparece
como una extrapolación injustificada.
Nada nuevo para un verdadero creyente. Pero, particularmente, a mí me
permite abordar un nuevo aprendizaje dentro de mi experiencia docente en la
universidad y en mi acompañamiento espiritual de jóvenes. Les presento una
filigrana de hilos invisibles que se trenzan en su mente para ampliar su visión
en pequeños o grandes chispados; lo que podría llamarse inteligencia
espiritual. ¿Cómo es posible que un electrón del rincón más alejado de
nosotros del Universo tenga exactamente la misma masa y carga eléctrica que
un electrón de uno de los átomos de tus ojos? Y entre las muchas cosas bellas
que la mecánica cuántica nos ha dado está la Teoría Cuántica de Campos,
que describe las interacciones entre las partículas subatómicas como
perturbaciones dentro de unos campos cuánticos que impregnan el espacio-
tiempo. Son hipótesis que no figuran en las escrituras, pero no las contradicen.
Es una propuesta alternativa que va más allá de lo intelectual o académico, y
que posibilita potenciar la capacidad de comunicarse con lo invisible, de soñar
y de contemplar la Creación con una nueva mirada.
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