¿LAS VACAS VAN AL PARAÍSO?. GIANFRANCO RAVASI

 El último ensayo de un joven dominico francés, Franck Dubois, tiene un título como poco

desconcertante: Por qué las vacas resucitan (probablemente). Algunos de nuestros lectores

pensarán: “¡Lo que hay que hacer para llenar las iglesias o captar un minuto de atención del público

joven!”. El volumen incluye capítulos con otros nombres llamativos como “Por qué Cicerón cuenta

contigo para ir al cielo…”. Cicerón es la mascota de la madre del autor, un conejito. Fue la madre

en cuestión quien, después de haber asistido a la presentación de la tesis académica de su hijo

dominico (El cuerpo como síndrome. Una teoría de la materia en Gregorio de Nissa), declaraba

que ya entendía “por qué las vacas resucitan”. Cuando le preguntaron cómo era posible respondió

sin vacilar: “¡Como filetes!”. En el Génesis Dios otorgó a la humanidad posdiluviana la

autorización para comer animales (9,2-3). Según el profeta Isaías, el banquete mesiánico-

escatológico incluirá también un menú “de manjares suculentos, un festín de vinos de solera”

(25,6). Por tanto, los animales y las plantas están fisiológicamente relacionados con la persona

humana como alimento y, si se proclama la fe en la resurrección, deben de tener alguna

participación en ella, aunque sea indirectamente. Además, no podemos obviar que, para muchas

personas solas en nuestras ciudades, un perro o un gato son auténticos compañeros de amistad y de

ternura, sobre todo, cuando los seres humanos te abandonan. ¿Está prevista en el más allá la

existencia de una especie de jardín zoológico? Se vuelve así a presentar, quizá de una forma más

sosegada y “teológica”, el tema de la resurrección y salvación final como re-creación de todo ser.

En este sentido, sorprende la certeza del salmista bíblico: “Tú socorres a hombres y animales”

(36,7). También es significativa la afirmación del apóstol Pablo a los cristianos de Roma: “La

creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la

esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la

gloriosa libertad de los hijos de Dios”. Nos encontramos ante una cuestión planteada con insistencia

en los últimos tiempos, teniendo en cuenta la sensibilidad actual por los derechos de los animales.

Dicho de otra forma: ¿Las criaturas no humanas están también llamadas a la eternidad? ¿O, por el

contrario, la redención de Cristo es solo antropológica? La investigación teológica es aún

incompleta y muchas veces se circunscribe a vivaces aportaciones como las de Paolo De Benedetti,

pionero de una Teología de los animales, elaborada a partir de su condición de amante de los gatos.

Más allá de excesos de teología ficción, es necesario reconsiderar el programa sugerido por

Francisco en la encíclica Laudato Si’ destinado a superar “un antropocentrismo despótico que no se

preocupa por las demás criaturas”: “Hoy la Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas

están completamente subordinadas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí

mismas y nosotros pudiéramos disponer de ellas a voluntad”. Recordemos además que el mismo

Papa Francisco aseguró a un niño, entre lágrimas por la muerte de su perro, que “un día volveremos

a ver a nuestros animales en la eternidad de Cristo”.



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